
La curiosidad como puerta de entrada en los talleres con juegos
La curiosidad como puerta de entrada en los talleres con juegos
Si alguna vez has entrado a una sala de taller y has visto una mesa llena de materiales, tarjetas coloridas o piezas de juego esperando ser usadas, probablemente lo primero que sentiste fue curiosidad. Ese pequeño cosquilleo que invita a acercarse, tocar, preguntar: “¿De qué se tratará esto?”
En el diseño de experiencias de aprendizaje con juegos, la curiosidad no es un detalle estético: es el primer gatillo de participación. Sin ella, el montaje pasa inadvertido; con ella, el grupo entra en un estado de apertura donde todo parece posible.
¿Por qué es tan importante despertar curiosidad?
Activa la motivación intrínseca: la gente se siente llamada a descubrir, no a ser instruida.
Baja resistencias: incluso en contextos formales, el interés genuino vence la apatía o el escepticismo inicial.
Crea anticipación: antes de que comience el juego, ya hay una narrativa en marcha: ¿qué haremos con esto?
Fomenta la atención plena: un montaje que sorprende mantiene al grupo en el presente, atento a lo que está por venir.
Montaje como narrativa silenciosa

El montaje de un juego funciona como el preludio de una obra de teatro. No necesitas explicar todo; de hecho, el exceso de información mata la magia. Se trata de diseñar un escenario que invite a explorar sin decirlo explícitamente. La disposición de las cartas, el uso del color, el misterio de un sobre cerrado o la presencia de un objeto inusual ya cuentan una historia.
La curiosidad, aliada del aprendizaje
Un taller con juegos busca más que entretener: quiere generar aprendizajes significativos. Y la curiosidad es el combustible perfecto para eso. Cuando un participante se deja llevar por la intriga inicial, su mente está más dispuesta a probar, arriesgar, equivocarse y descubrir.
Al final, un montaje que despierta curiosidad no solo prepara el espacio físico: prepara la disposición interna del grupo para aprender jugando.